Por Guillermo Cifuentes
“¿O cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: la que peca por la paga o el que paga por pecar?”, Sor Juana Inés de la Cruz
La crisis política está servida. Y es un fenómeno, si lo entendemos como la modificación del funcionamiento acostumbrado del sistema político, cuyas manifestaciones exigiendo el “Fin de la impunidad” son sin duda una demostración decisiva en cuanto al deseo de una parte importante de la población de acabar con el sustento del sistema político dominicano desde 1961. Igualmente es muy probable que los sectores empresariales que en las últimas semanas han tenido comportamientos aparentemente erráticos hayan reparado en esto.
Si algo caracteriza a una crisis política es la incertidumbre: no se sabe lo que va a pasar. Lo que sí se conoce es quienes son los que quieren que no pase nada. Entre ellos naturalmente están los que tienen “apalabreados” algunos acuerdos nada originales que repiten la complicidad político empresarial post Trujillo.
También figuran los que responden con una interesante cantidad de decretos que incluyen asesores, embajadores y otros -el balaguerismo en acción- con la novedad de que hasta hace un tiempo los embajadores hacían mérito como entrevistadores en la televisión y ahora parece que la carrera diplomática comienza como entrevistado televisivo y como asesor (aunque no serían homologados ni por la Dra. Polo). Los que esperan decisiones judiciales ¡para aplicar la ley! La lista de los que no quieren que nada cambie incluye a los que insisten, apoyan y participan de ese círculo diabólico de las “comisiones” que impiden que las instituciones actúen y en su propio hacer se fortalezcan, dejando de paso el camino abierto a que la impunidad siga siendo lo que anotamos: la amalgama del sistema político.
Por el otro lado resulta evidente que no existe conciencia de la gravedad de los acontecimientos lo cual se nota en la incapacidad de crear un relato, una explicación de los hechos. También se hace evidente en el permanente recurrir a lo que se cree deben hacer quienes tienen el poder y que serán los principales responsables del cómo la crisis se supere.
Es absolutamente descabellado esperar explicaciones de quienes no pueden darlas. Y no es que no quieran o que no las conozcan: no pueden.
Las protestas públicas, huelgas (profesores, personal de salud) o manifestaciones populares son los ingredientes inocultables de que algo no anda bien. Pero con todo lo que ha ocurrido y con lo que viene hay un componente que sin duda falta: nadie sale del poder y ése es un elemento importante para construir el relato que reclamábamos. Parte de esto se explica en la presunción de que no va pasar nada (otra vez) o que el tamaño del involucramiento es mayor al que creen los que han vivido esperando gestos democráticos de los que mandan desde hace mucho tiempo.
Pero eso -la idea de que la impunidad se mantendrá y el tamaño del involucramiento- afecta también a algunos que dicen simpatizar con el verde del “Fin a la impunidad”. Por ejemplo, el auto proclamado líder de la oposición dice que anda encabezando la lucha contra la corrupción y sus asesores no le han avisado que lo que moviliza es el “Fin de la impunidad”. Ahí radica la debilidad de algunos, en que aunque es probable que no se hayan llevado cuartos para la casa, sí han sido protagonistas en la mantención de la impunidad: ¿Qué significaron para la impunidad los gobiernos del PRD? Y de los reformistas y el balaguerismo mejor ni hablar, pero esperemos que por fin, cuando la lista llegue de Brasil, sabremos cuánto cuesta “sacar una piedra del zapato” (¿Se acuerdan de la reforma constitucional del 2015?)
En otras palabras, el “tamaño del involucramiento” afecta también a los que están fuera del gobierno lo que nos explica por qué muchos quieren ley de partidos y ley electoral, pero son menos los dispuestos a firmar por el “Fin de la impunidad”.
Toda esta crisis y su desenvolvimiento, invita al optimismo, en especial porque lo que NO había que hacer para conquistar la democracia, ya se hizo. En la segunda década del siglo XXI se puede esperar un nuevo relato que sostenga la movilización social y política del pueblo sin el oportunismo de “los tácticos” y sin equivocarse respecto de la consigna tantas veces derrotada de que lo que hay que hacer es “sacar al PLD del poder” y que para eso hay que aliarse con los corruptos que no son del PLD, con los cómplices de tanta impunidad que no son del PLD, etc.
En tanto verde, está madurando la democracia dominicana.